lunes, 19 de diciembre de 2011

Capitulo 11.

-PAAAAULAAA!-grito Laia desde el otro lado del patio.
Laia no era de las que solían gritar. Eso se me daba mejor a mi.
Yo, estaba sentada con la cabeza entre las rodillas. Que no me devolviera la sonrisa me había vuelto a poner triste.
-Paula. Cuenta, cuenta.
Laia se dio cuenta, de que volvía a estar mal.
-Pero ¿que ha pasado ahora tía?
Le conté todo. Lo que había pasado a la mañana, el porque estaba mal ahora... La conversación nos ocupó los 20 minutos de patio.
Laia cada vez, le estaba cogiendo mas manía a Alvaro. Recuerdo que hace un tiempo. Bueno, hace bastante tiempo, a ella le gustó.
-¿Alvaro? Tu estas loca. Has perdido el juicio. Que horror. ¿Como te fijas en eso?
Eso dije entonces. Ay. Ojala pudiese ahora decir lo mismo.

La conversación con Laia, me hizo venir un poco mas arriba. Pero no estaba bien. Necesitaba a Rocío. Rocío, era, y es, mi mejor amiga. Aquel año se había ido del instituto y, solo la veía los fines de semana. Y los viernes. Los viernes eran sagrados. Mis viernes, eran de Rocío. Mañana vería a Rocío. Si, pero yo la necesitaba ese día. Es una putada no poder recibir abrazos de la persona que quieres que te los de, el día que tu quieras. Es una putada tener que esperar para recibirlo.
Le envíe un mensaje. Eso no iba a hacer que me sintiera mejor, pero por lo menos es como si me hubiese escuchado, lo que tenia que contarle.

Solo quedaba una ultima hora de clase. En todo el día no había hablado con él. Les había prometido a las chicas que iría y me despediría de el. Que le diría que le iba a echar de menos. Pero yo sabia, que no iba a tener el valor de hacerlo.

Y así paso. La ultima hora. No le dije nada. El ultimo día, y era un día perdido. Caminé por la calle, como en una realidad paralela. No me enteraba de nada. Tenia los ojos muy abiertos, a punto de soltar lagrimas. Mi boca y mi nariz se movían, como se mueven cuando estas a punto de romper a llorar. Llegué a mi casa. Cerré la puerta. Me miré en el espejo del recibidor. Me quité los cascos. Y ahí frente al espejo empezaron a caer mis lagrimas. Caí al suelo de rodillas y empeze a llorar mas fuerte aun.
Me sentía idiota. Niños pasando hambre, y yo llorando por tal gilipollez. Pero así era, era mi gilipollez. Y me dolía. Me dolía mucho.
Parecía, yo que se que parecía! Jamas había llorado así. Jamas. Me asusté de mi misma.
Me pasé el medio día llorando. Luego cogí mis cosas y salí, rumbo al instituto. A un instituto donde el, ya no estaría.

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