Llegué al portal de la casa y piqué.
-Eric. Soy Paula, ya estoy aquí.
-Espera.
Al minuto ya estaba ahí abajo. Y llevaba dos cascos.
-Toma, coge uno.
-Yo en moto no me subo, que me da mucho mal rollo. ¿Que pasa? ¿Porque tenemos que ir al hospital?
Me miró. Con la cara con la que miras a un imbécil que no se entera de nada.
-¿No te imaginas nada?
-¿Álvaro?
Asintió.
-¿Qué le ha pasado?-exclamé preocupada.
-Mi madre acaba de llamarme, que le habían llamado del hospital. A chocado contra un camión en marcha y ha volado por los aires. La moto está destrozada... Vamos a ir en la de mi amigo.
-Joder. ¿Pero que le ha pasado? ¿Como está?
-Deja ya las preguntas ¿vale? No sé nada. Sube.
Subimos en la moto y en diez minutos ya habíamos llegado al hospital.
El padre de Eric y Álvaro estaba esperando en la puerta de la entrada al hospital para llevarnos a la habitación. Bueno, para llevar a Eric.
-¿Quién es esta Eric?-le preguntó.
-Una amiga. Vamos.
Subimos a una salita donde a esas horas no había nadie. Tan solo una mujer sentada en una silla, cabizbaja, derrotada. La mujer se levantó en cuanto vió a Eric.
-Hijo.-dijo llorando.
-Mamá. ¿Sabéis algo? ¿Cómo está? ¿Qué tiene?
-Está en coma... Solo nos han dicho eso. Las últimas horas son decisivas.Hay que esperar.-dijo su padre.
Caí sobre la silla. Mirando a un punto fijo. Y me quedé quieta. La madre, Amparo, echó a llorar todavía más.
-Papá, ¿porque no te llevas a mamá a la cafetería a beber algo? Lleva 3 horas aquí. Y no es bueno.
-Yo no me muevo del lado de mi niño.-gritó.
-Vamos Amparo, no se va a mover de aquí.
Le agarró la mano. Se la besó. Y se la llevó a la cafetería.
Eric se sentó a mi lado. Le miré. Apunto de llorar.
-¿Porqué me has llamado?-pregunté.
-No quería venir solo.
-¿Y porque a mi?
-No lo sé. Fuiste la primera persona en la que pensé...
Pausa.
-¿Se va a poner bien verdad?-dije con lágrimas en los ojos.
-Claro mudita, pronto le tendremos dando por culo.-dijo riendo. Pero riendo para ocultar las lágrimas que le recorrían las mejillas.
Puse mi mano sobre su rodilla. Solo faltaba esperar.
Después de dos horas, nos dejaron entrar a la habitación. Eric y yo entramos. Al verlo ahí estirado en la cama, con todos esos morados, echamos a llorar.
Eric, le acarició el brazo.
-Vamos hermanito, tú eres fuerte.-le susurró.
Y justo entonces, pareció que el diablo se hubiera comido a la esperanza. Comenzarón a pitar los aparatos, y llegaron un montón de enfermeras que se llevaron a Álvaro.
-¿Que pasa?-gritó Eric.
-Corred. Le perdemos.-se escuchó decir a uno de los doctores.
La madre y el padre de Eric vinieron a la habitación. Nos quedamos los cuatro con el corazón en la garganta, de pie.
Pasaron veinte minutos, aunque a nosotros nos parecieron una eternidad. Vino otro médico.
-¿Son ustedes los familiares de Álvaro Fernández?
-Si. ¿Qué pasa?-pregunto su padre. El único de la sala al que le salía la voz en esos momentos.
-Lo sentimos.-dijo el médico.-No hemos podido hacer nada...
Amparo cayó al suelo de rodillas, y José, el marido corrió a abrazarla.
-¿QUÉ NO HAN PODIDO HACER NADA? HIJOS DE PUTA. ¿QUÉ COÑO SIGNIFICA ESO?-gritaba Eric empujando al médico.
Le agarré del brazo, para que se calmara, y luego lo abracé. Rompimos a llorar, como nunca antes lo habíamos echo. Amparo se levantó y se fué con José. No sé hacia donde. Y nunca preguntaré a donde.
-Eric.-le dije sacando fuerzas de donde no las había y todavía abrazandole.
-¿Qué?
- Ha sido todo... mi culpa.-dije, y un trozo de mi vida, se fue con esas palabras.
Dejó de abrazarme y puso sus manos sobre mis hombros.
-¿Qué dices?
-Si. Yo me pasé, no tendría que haberle dicho todo lo que le dije. No tendría que haber ido a hablar con él. Ha sido mi culpa. Si yo no hubiese dicho ni hecho nada, él no hubiera cogido la moto y no...
-Eh.-dijo interrumpiendome.- Jamás vuelvas a decir que esto ha sido culpa tuya. Jamás, ¿me oyes? Esto no ha sido culpa de nadie.
-Si. Lo siento.-los ojos se me volvieron a llenar de lágrimas.
Eric me volvió a abrazar.
-Tú no has hecho nada mudita.-dijo acariciandome el pelo.-No vuelvas a decirlo ni pensarlo.
Asentí. Pero me daba igual lo que él me dijera. Me daba igual lo que me dijeran todos, a partir de ese momento. Yo me sentía la máxima culpable y nada ni nadie en la vida, me iba a hacer cambiar la opinión. Viviría con ello dentro. Con la muerte de mi primer amor. Por mi culpa.
Eric me llevó a casa, y me dejó. Entré, pero no le dije nada a mis padres. Me encerré en la habitación y hice una maleta.
-Mamá. Necesito irme una semana a casa de Laia. Perdoname, pero lo necesito.
Le dí un beso, y me fui. Sin escuchar nada de lo que mis padres intentaban decirme. Cerré la puerta. Y volví a caminar, calle arriba. Por esa calle que tantas otras veces había recorrido ya, pero que esta vez, era distinta.
Me encanta!*____* Tienes talentooo:) Beesoos!
ResponderEliminarPD: Soy @soytuvecinaa, se twitter:) jajaja